Debemos
tener presente:
El
primer requerimiento de la vocación educativa es precisamente haber captado que
se trata de una vocación, de una misión.
La profesión puede escogerse; la vocación se
descubre, se vive, se realiza.
“Vocación” viene del latín “vocare“, que
significa llamar, convocar.
Discernir la voz interior que convoca a la
tarea educativa desde lo más profundo de la propia conciencia es la fuente de
la vocación. Darle contenido y vigencia es el ejercicio de la misión educativa.
“Misión”, a su vez, viene del latín “missio“:
enviar.
El
educador es, pues, un ser CONVOCADO Y ENVIADO.
¿Convocado
por quién? Para los creyentes se trata de una llamada específica de Dios para
un servicio a los hombres: para los
demás es una convocatoria interior, fruto y expresión de la solidaridad humana,
una exigencia de la propia conciencia, algo no definible; pero que en ambos
casos se hace presente con una fuerte dosis moral: ser educador o no ser nada.
Nos sumamos a este reto
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